viernes, marzo 18, 2005

Absent friends (The Divine Comedy) 2004

The Divine Comedy nació hace algo más de doce años, cuando en Inglaterra todas las miras estaban puestas sobre los aspavientos de numerosas bandas. Lastimosamente desconocido para el gran público, este grupo de nombre dantesco hoy por hoy responde a la figura de Neil Hannon. Alguien inimaginable poniendo ladrillos en una obra o echando horas en una oficina. No, Neil Hannon ha nacido para hacer lo que hace, para componer obras como “Absent friends”: es un elegido. Empezó muy joven, abanderando canciones llenas de claroscuros tenebristas. Un nuevo romántico que remitía a la mejor poesía británica -Wordsworth, Keats, Coleridge...-, a los trovadores subterráneos de otras décadas, a la sugestión del clásico ‘singer’ y a un ‘no sé qué’ que suena extrañamente europeo.

Actualmente Neil Hannon podría definirse con la mezcolanza de David Bowie, Frank Sinatra y Jacques Brel. No es descabellado colocarle entre las dos o tres voces más grandiosas del momento. Tampoco entre los más brillantes escritores de canciones. ¿Qué más se puede pedir? La respuesta es “Absent friends”. Un disco delicioso en el que la única pretensión es la canción propiamente; no hay ni medio minuto desdeñable. Como el título bien indica, es una oda a la amistad, a la luz de las relaciones humanas, y también un canto luctuoso al envés de la tela: la soledad, la ausencia, el vacío. Siguiendo así una estructura zigzagueante, paseamos por la alegría y la tristeza bajo el mando de un Neil Hannon cada vez más acomodado en su papel de crooner orquestal. El instrumento más valioso de The Divine Comedy es la voz de Hannon, capaz de llevarnos a donde se le antoje. Chanson francesa, pop de frasco pequeño, paisajismo tierseniano o exaltaciones sónicas desbordantes (“Absent friends”) son sus ases escondidos. El dandy ha encontrado ese equilibrio tan difícil de hallar, le ha salido un cancionero redondo. Ha aprendido de Randy Newman que la tercera persona es un comodín (“The happy goth”), que las historias contadas con sencillez pueden pasar a la eternidad (“My imaginary friend”), que apurar hasta el último instante el orgasmo te convierte en el amante inolvidable (“Our mutual friend”), que –como decía Oscar Wilde- la belleza está ahí para que tú la tomes y se la regales a una perra (“Laika’s theme”) o a tu hija (“Charmed life”). Cuesta un poco llamar obra maestra a un disco que no lleva ni un año en el mercado. Pero, ¿qué leches? “Absent friends” lo es, y si a alguien le cabe la menor duda que vea el DVD del concierto en el Palladium londinense.

Eduardo Tébar